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    5 octubre 2025

    Más allá de la moda: el poder atemporal del envase disruptivo

    Más allá de las tendencias, un envase disruptivo trasciende la moda porque comunica propósito, funcionalidad y emoción. No solo protege un producto: redefine cómo las personas se relacionan con las marcas y convierte cada compra en una experiencia significativa.Por: Jesús S. Núñez Espinoza

    Presidente Zona Norte de la Asociación Mexicana de Envase y Embalaje

    “Las personas no compran productos; contratan soluciones para un trabajo que necesitan resolver.” — Clayton Christensen, Harvard Business School.

    La disrupción no siempre viene del laboratorio: a veces nace en el anaquel

     

    El término disrupción suele asociarse con tecnología, startups o inteligencia artificial. Pero la verdadera disrupción (esa que cambia industrias y redefine comportamientos) también ocurre en lo cotidiano: en un anaquel, en una etiqueta, en la textura de un envase.

    En esos pequeños detalles donde una marca decide pensar distinto, surge una ventaja imposible de copiar. Porque el envase no solo contiene un producto: cuando se realiza de manera estructurada y con un claro propósito, contiene una estrategia a largo plazo.

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    El Dr. Clayton Christensen (qepd), mi admirado maestro de Innovación y Estrategia en Harvard Business School, siempre nos recalcaba que la innovación disruptiva ocurre cuando una empresa entiende mejor que nadie el “job to be done” (trabajo a ser realizado) hacia el usuario o consumidor, es decir, la tarea real que ese cliente intenta resolver en su vida con un producto o un servicio.

    Aplicado al diseño de empaques, esto sin duda cambia la manera en la que percibimos cómo diseñar nuevos productos. Bajo este principio, el envase deja de ser un accesorio y se convierte en el enlace entre propósito, emoción y función.

    Recomiendo leer su libro, “Competing against luck”, un texto que debe estar presente en los libreros de todos los innovadores de corazón.

    Los “trabajos” invisibles del empaque

     

    El consumidor no compra una bolsa de botanas porque sea brillante o con acabado mate; la compra porque le proporciona un momento de placer, socialización, alegría o bienestar.

    En términos duros y prácticos, no “contrata” el envase por su material, sino por la experiencia que el producto promete a primera vista.

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    Allí reside la clave de una estrategia disruptiva: entender qué trabajo realiza realmente el empaque y cómo puede hacerlo mejor que nadie.

    Hablando de otra subcategoría de la industria de alimentos, en este caso la del café, un ejemplo claro de disrupción es Nespresso.

    Cuando Nespresso fue lanzado al mercado, no llegó vendiendo solamente café: vendió tiempo, sofisticación y un ritual que derivaba en un producto con notas similares a las de una cafetería gourmet.

    Las cápsulas, casi perfectas, metálicas, con un sonido característico al colocarse, no solo facilitaron la preparación, sino que rediseñaron la experiencia emocional del consumidor, el consumir un café premium en casa o en oficina. 

    El envase se volvió símbolo de estatus, consistencia en el producto final y un placer inmediato. Eso es disrupción: cambiar el significado de un hábito que quizá, día con día, pasamos de largo.

    Del producto al propósito: el diseño como declaración

     

    Christensen sostenía que las disrupciones más potentes no nacen en las grandes empresas, sino en las PYMES y empresas fundadas por emprendedores que buscan honestamente solucionar un problema.

    Personalmente lo definiría de otra manera: nacen en los nichos donde nadie mira porque “no hay dinero suficiente” para volver ese producto masivo.

    En esos espacios, la creatividad florece. Las marcas que entienden este principio diseñan con propósito, no con ego, creen en su producto y se alinean congruentemente con su visión y misión.

    La marca Method es un ejemplo claro de lo anteriormente mencionado. En una industria de limpieza dominada por envases anónimos y fórmulas agresivas, Method identificó un trabajo no atendido: “Quiero limpiar sin esconder lo que uso”.

     

    El resultado fue un envase tan estéticamente cuidado que podía permanecer a la vista, como parte de la decoración del hogar. Su envase se volvió ícono de diseño sostenible y cotidiano. Method no solo limpió superficies; limpió la percepción de toda una categoría.

    La forma puede ser el mensaje

     

    Un envase disruptivo no se define por su forma, sino por su capacidad de alterar las reglas del juego.

    A veces lo logra a través de la funcionalidad, por ejemplo, una tapa más ergonómica, un formato portátil, una estructura que reduce desperdicio; otras veces, a través del mensaje bien definido.

    Boxed Water Is Better lo demostró en un mercado saturado por botellas de plástico. Su propuesta era simple pero poderosa: “El agua también puede tener conciencia”.

    Fuente:Boxed Water Is Better

    Fuente:Boxed Water Is Better

    Su envase de cartón blanco, minimalista y casi provocador, convirtió la hidratación en una declaración ambiental, “¡llegó a crear caos en la industria!".

    No fue una innovación tecnológica compleja, sino una revolución simbólica. Y, como toda buena disrupción, creó una nueva expectativa: beber agua y sentirse parte del cambio.

    Disrupción y omnicanalidad: el envase como enlace

     

    Hoy, los consumidores se mueven con naturalidad entre lo físico y lo digital.

    Descubren un producto en redes sociales, lo compran en línea y lo recomiendan con una story de Instagram o un video corto en TikTok.

    En ese viaje, el envase dejó de ser un objeto tridimensional para convertirse en una experiencia omnicanal.

    Un diseño disruptivo entiende esto: debe ser fotogénico en una pantalla, reconocible en un estante, legible en un e-commerce y funcional en el uso cotidiano.

    La disrupción, entonces, ya no ocurre solo en el material o en la forma, sino en la manera en que el empaque se comporta en múltiples realidades. El envase es hoy el nuevo punto de contacto estratégico: comunica, persuade, vende y fideliza.

    Diseñar para lo que viene, no para lo que existe

     

    Las grandes empresas caen en la trampa de optimizar lo que ya funciona. Pero la verdadera disrupción (como diría Christensen), surge cuando alguien se atreve a construir algo para un consumidor que aún no sabe que lo necesita.

    En el diseño de envases, eso significa mirar hacia el futuro del comportamiento, no hacia el forecast o histórico de las ventas y márgenes.

    Tres “fuerzas” definen hoy esta idea: simplicidad con sentido, sostenibilidad rentable y versatilidad emocional. La disrupción, en este sentido, no es ruptura. Es relevancia anticipada.

    Christensen advertía que muchas innovaciones disruptivas comienzan donde el mercado aún es pequeño, poco competido y en consecuencia, las miradas escasas.

    En el mundo del packaging, esos espacios están llenos de oportunidades: materiales alternativos, sistemas recargables, modelos de retorno, empaques conectados o biodegradables.

    Hoy, lo “pequeño”: una marca artesanal,una startup sustentable o una innovación local, puede ser el laboratorio de las grandes transformaciones. El reto es pensar como un retador, incluso cuando se es líder.

    Atemporalidad: el premio invisible pero medible de la disrupción

     

    Los productos atemporales no surgen de seguir tendencias, sino de redefinir una categoría con propósito humano. Apple, Patagonia o Coca-Cola lo entienden: su lenguaje visual evoluciona, pero su esencia permanece.

    Cada rediseño no borra el pasado; lo honra y lo actualiza.

    La disrupción no siempre se mide en patentes o lanzamientos. A veces, se mide en segundos: los primeros en los que un consumidor decide si una marca lo entiende o no. Ahí, el envase tiene la palabra.

    El packaging disruptivo comprende la tarea emocional y funcional que el consumidor le “contrata”, redefine la categoría desde la experiencia, comunica coherencia y propósito en todos los canales y democratiza la innovación.

    Porque cuando el envase cambia el significado de un producto, ya no es un simple contenedor: es la estrategia, la emoción y la historia, encapsuladas en un solo gesto.

    Concluyo con esta frase: “La disrupción no es mejorar lo que ya existe. Es crear algo que haga que lo anterior deje de tener sentido.”

     

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